"La cultura hace cobardes a los hombres"

sábado, 1 de noviembre de 2008

Conocí a Juan Rodríguez por una de las casualidades de la vida. Era un viejo delgaducho, pequeñajo, con los pómulos violentamente aplastados, la frente despejada. Tiene un tick nervioso en los dedos que hace que este todo el rato frotándoselos una y otra vez y después se rasca la frente. Baja la voz y la sube y susurra una sentencia, casi una docena de veces. Una frase que seguro que ha tenido que reflexionar mucho "la cultura hace cobardes a los hombres". Con un vino (a escondidas) me contó su historia:

Juan Rodríguez Aragón nació en San Fernando (Cádiz) el 16 de Junio de 1901, hijo de Gonzalo y Sebastiana, casado, de profesión carpintero.
Con anterioridad al Movimiento Nacional perteneció al sindicato C.N.T. como miembro cotizante haciendo la labor de redactor-jefe al periódico semanal "Razón", cuyo semanario se dejo de publicar por falta de medios.
Permanecio oculto en su domicilio desde el verano de 1937 al 24 enero de 1968.

"Cuando salí de la escuela me dieron a escoger en casa a ver a lo que iba a dedicarme. Mira, me dijo mi padre, puedes ser herrero, puedes ser albañil o puedes ser carpintero. Yo elegí carpintero. No porque me gustara, ni nada, simplemente porque me parecía más limpio.
A los diez años hice un examen de prueba con los hermanos de La Salle y a los once años mandaron decir en casa que yo sabia más que toda la familia junta. Así que me sacaron del pueblo y me mandarón a Cadiz donde trabaje reparando muebles.

Tendría unos diecisiete o dieciocho años cuando comencé a escribir poesía. Como me gustaba mucho tener conocimiento de las cosas, siempre había estado leyendo todo lo que caía en mis manos. Decidí por ello mudarme a Madrid y buscar fortuna allá. Comencé a publicar novelas, como "el drama de una amor burgués" "El señor de Unca" "Un talión contemporanéo" "El Cantar de los Cantares" Esta tenía un fondo poético y juvenil, de un torero que se hace figura y reflexiona mucho. La novela termina con esta frase, me acuerdo muy bien "los hombres cultos son los cobardes, porque la cultura acobarda a los hombres"

No conservo ningún ejemplar. Cuando el movimiento lo quemaron todo los libros y los periódicos que guardaba. Yo escribía además en una revista "La Razón" en un diario que la gente llamaba "La meona" y firmaba con seudónimo las criticas de espectáculos.

Trabajaba también en un teatro que se llamaba las Cortes. Estaba de taquillero hasta media hora después de que comenzará la función. Luego entraba y veía el espectáculo para escribir la critica. Criticaba los dramas, las zarzuelas, los conciertos.

Mi trabajo en el teatro se acabo el día 18 de julio del 36 hacia el mediodía. Cuando salí de comer, pasó una compañía, al verme por la calle los falangistas comenzaron a golpearme con unas porras de goma. Me dejaron ciego de golpes.
Me metí en casa y al día siguiente salí otra vez, porque creí que había sido un accidente. Pero cuando estaba en la barbería unos compañeros del periódico vinieron a decirme que los falangistas me andaban buscando. Un vecino también me dijo que habian ido a mi casa a matarme. Era una cuestión personal.

Uno de los falangistas quería matarme para quedarse el puesto de taquillero en el teatro y sus compañeros me buscaban para dejarle la taquilla a él, eso era todo lo que pasaba, una tontería. Pero yo pase de la tranquilidad a la angustia.

Comencé escondiéndome por los descampados y en Agosto entré en mi casa. Ya no salí hasta 1968. Al principio me metí entre los conejos y las gallinas que teníamos al fondo de la huerta, pero luego ocupé una habitación trasera. Desde la verja de entrada a la huerta hasta esa habitación hay mucho terreno y si alguien entra se le puede ver enseguida, pero nadie vino a buscarme. Yo he pasado los treinta y un años metido en esa habitación, leyendo, pensando. Cuando pasaron diez o doce años salía alguna vez, de noche a pasear por la huerta.

Ahora considero que fue un error el haber estado tanto tiempo, pero hay que considerarlo así, como una de las cosas de la vida, de las muchas que pasan.
Lo que más he hecho ha sido pensar. Leer, no mucho, porque mi padre lo quemó todo cuando el Movimiento y luego no había dinero para libros. Casi todo mi tiempo lo he ocupado en no hacer nada, absolutamente nada. En mi habitación es donde me sentía más a gusto, más tranquilo, sin ninguna preocupación. Aquel era mi sitio y mi inquietud era esperar, esperar, esperar.... Lo mio ha sido sólo un error de treinta y un años, un error que me ha costado los mejores años de mi vida"

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