Los amorosos de Jaime Sabines

domingo, 28 de diciembre de 2008

Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.

Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre —¡qué bueno!— han de estar solos.

Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.

En la obscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.

Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.

Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor como en una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.

Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.

Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida.
Y se van llorando, llorando
la hermosa vida.

Una cancion cruel

jueves, 25 de diciembre de 2008



Canción Cruel
No creáis nunca,
Lo que dicen por ahí,
Cualquiera puede escribir y decir lo que piensa, sin pensar,
Una ocurrencia, un rumor,
Un tostón filosofal, una línea sacada de contexto

Es un buen pretexto
Para poder lanzar,
Tu arma rajadiza,
Contra el resto de la humanidad,
Por tu forma de andar,
Te reconocerán, al final el problema serás tú…

…Y el tictac del reloj,
Marca tus horas, cuenta hacia atrás,
Cuanto crees que te quedara.

Podrás escribir,
a renglón seguido,
un indulto u otro insulto,
O lo que creas más injusto.

Puedes utilizar una creencia popular,
U refrán o una mentira aprendida

…Y el tictac del reloj,
Marca tus horas, cuenta hacia atrás,
Cuanto crees que te quedara.

Que tal escuchar,
Otras voces algo que no conoces,
Que te pueda apasionar,
Que te pueda sorprender,
Como la primera vez,
Por ultima vez….

Puedes utilizar una creencia popular,
U refrán o una mentira aprendida

…Y el tictac del reloj,
Marca tus horas, cuenta hacia atrás,
Cuanto crees que te quedara.
Marca tus horas, cuenta hacia atrás,
Cuanto crees que te quedara.

Cinco Villas

lunes, 22 de diciembre de 2008



“Escúchame, cuando estas solo, allá arriba en el monte, no llevas en tú cabeza lo que has estudiado, ni los viajes que has hecho, ni lo bien que te lo has pasado. De hecho no llevas cabeza. Solo llevas el corazón.
Llevas a la gente que has amado y a los que has odiado, a los que te engañaron y mintieron y a todas las mujeres que te besaron y que pasaron alguna noche contigo. A ellas, sobre todo, también, las llevas.
Llevas a tu padre y a tu madre… a tu hermano, a cada uno de tus amigos, a cada una de tus amantes que alguna vez compartieron algo de tu vida.  Cuando estas solo es lo único que se queda, lo demás ya no importa.
Esas son las cosas que nos llevamos los mozos cuando marchamos pa´la guerra”


Mariano Yagüe 1998

El secreto que todos guardamos

jueves, 18 de diciembre de 2008

Ya tocan días navideños. !Y qué narices a mí me gusta la Navidad!
Hay mucha gente que la odia, sobre todo con lo de la cena de los cuñados y las malditas ganas de hacer regalos a lo tonto.
La verdad es que todas estas cosas son bastante odiosas. !Y maldita sean cuando hablan del espiritu navideño!
Pero a mi, siempre hay una cosa que me sorprende de estas fechas y me reconcilia con la humanidad. Os cuento:
El otro día estaba con una amiguete viendo los juguetes. Este es un secreto mio, me encanta ver los juguetes. De hecho me da rabia haber perdido ese espiritu de juego que tenia cuando era crio. Y alli estabamos los dos, comentando si este Batman estaba bien hecho o si era paradojico la moto de Spiderman puesto que Peter Parker era pobre.
Al lado nuestro habia un niño con su madre que le decia lo que iba a pedir por Papa Noel. Quería los Bionics y todos los complementos y la madre le contestaba que escribiera la carta a ver si habia suerte y Papa Noel se la entregaba.
El colega y yo nos miramos a la cara y los dos pensamos a la vez "¿se lo decimos?" y la respuesta sin palabras fue también unisona "No".
Y me sigue sorprendiendo como para estas fechas todos los adultos confabulamos para no contarles la verdad sobre la Navidad a los niños. Enchufo la tele y hasta los tertulianos sin corazón se callan la boca con este tema y disimulan. Todos guardamos el secreto y a todos nos gusta participar en él.
Sabemos que dura pocos años y que pronto el secreto se desvela y tienen que pasar más años hasta que comprendes el secreto y también participas de él.
Creo que parte de hacerse mayor es descubrir este misterio, ese que te decian de pequeño que si eras bueno Papa Noel te traeria regalos. Cuando eres mayor te das cuenta que si hacemos regalos a los niños, no es porque ellos hayan sido buenos,si no porque nosotros como adultos hemos sido malos, contaminando, mintiendo, engañando, pisandonos unos a otros y queremos con ese regalo que cuando crezcan esos niños, las personas que vendrán, perdonen nuestros errores.

Autocrítica

martes, 16 de diciembre de 2008

Creo que ya va siendo hora que escriba un post como este. Sobre todo por la cantidad de amigos que tengo fuera de mi región que me han oído hablar mil veces sobre ella.
Vamos a ver, "sus" pongo en antecedentes. Yo soy aragonés, aunque actualmente estoy afincado en Barcelona. Eso quiere decir que mis compañeros, amigos y el resto de la gente tienen que soportar una y otra vez que hable de las mil maravillas de mi tierra que como todo "exiliado-pero-poco" utilizamos como conversación recurrente cuando tenemos ataque de morriña.
No creo que sea solo común a mi, y es cierto que además en Barcelona tengo el placer de disfrutar de la compañía de muchos paisanos mios que también dejamos el hogar en su día para buscarnos la vida por otras tierras.
Así que cada vez que nos juntamos sacamos nuestro acento "coooo" (sobre todo si esta presente alguien que no es de Aragón, como espectáculo folclórico, vamos) hablamos de comidas, costumbres, infancia y ante todo aprovechamos para decir barbaridades y hacernos los brutotes, que es lo que nos hace más gozo a aquellos aragoneses que vivimos en la tierra de la diplomacia.
Cuando nos ponemos serios nos gusta hablar de lo poco nacionalistas que "semos" comparados con nuestros vecinos más cercanos: catalanes, vascos y franceses. Y lo abierto de miras y predispuestos a respetar otras culturas mientras estas admitan que nuestro jamón de Teruel y nuestro vino tinto es la hostia.
Hasta aquí todo bien. Pero todo eso cambia y mucho... cuando regresamos a la "tierra".
Decía Ramón J.Sender, otro paisano, que el aragonés "trasplantao" mejora. Y cada vez es más real, puesto que cuando regresamos a nuestros sitios de origen somos capaces de verla con otra perspectiva que nuestro paisano interior parece o no quiere ver.
Defendiendo lo suyo y desde el interior, no hay nada más nacionalista que el aragonés. Si una mierda es suya, es su mierda y es lo mejor.
Para muestra un dedal.
Hace poco, pero muy poco, pusieron en la biblioteca General de Aragón un sistema Wi-fi. Aquello no debía porqué sorprender, más cuando hoy en día es un elemento fundamental. Desgraciadamente, y como no, se han olvidado de poner los enchufes para los ordenadores.
Cuando comento esto con un amigo de aquí, él me dice: "no quedrás que esto se parezca a Barcelona, que ellos tienen perricas para todas esas cosas".
"No. Quiero que hagan las cosas bien y más cuando hablamos de algo tan básico como la educación. Estoy hasta la polla que en la biblioteca no renueven más fondos que el best seller. Estoy hasta la polla que los museos abran en horario laboral y cierren los fines de semana. Estoy hasta la polla que no haya una sala de trabajo nocturna y hasta la polla de ver que los teatros, conciertos y demás mandanga sólo se programan para abuelos".
"Oye..... contesta mi amigo muy ofendido, si no te gusta..."
"Si no me gusta... ¿qué? ¿me voy?" le contesto ya ofendido, (una pelea entre maños es para cobrar entrada señores) Pues ya me he ido.

El cuento más hermoso del mundo

martes, 2 de diciembre de 2008

Esto no es un cuento. Es una historia real que sucede todos los días. Una historia real que comienza en la Arcadia. Con un personaje muy real.
Cuenta esta historia que un día estaba Eros, el dios del amor, sentado en una piedra, refunfuñando y pensando:
“¿Cómo me puede suceder esto a mí? ¿Cómo? ¿Cómo yo siendo el dios del amor puede sucederme?” Pensaba Eros muy enfadado. “¿Cómo es posible? ¿Cómo yo siendo el dios del amor, sea posible que no me haya enamorado nunca?
Si, ya lo sé. Dicen que Psique se enamoró de mí. Y es cierto que aquella pobre muchacha bajo hasta el infierno a buscarme. Pero yo… nada… pobre. No pude enamorarme de ella. No pude… era demasiado cabal para mí… y toda aquella historia… y yo nada”
Y Eros pensó y pensó y decidió que pediría a Zeus que le hiciera hombre, para bajar a la tierra y sentir lo que él otorgaba a los hombres. Y así hizo. Eros subió al Olimpo en busca del padre de los dioses y cuando estuvo enfrente de él le solicito:
“Zeus, mira…. Sé que te he hecho muchos favores ¿Recuerdas aquella vez que te convertí en Toro para ligarte aquella joven? ¿Y la otra vez que te convertí en lluvia? ¿Y cuando te preparé todo aquel montaje para que naciera Hércules? Pues ahora debo pedirte yo algo a ti. Hazme humano. Un hombre, para bajar a la tierra y poder probar el amor que yo otorgo. Hay muchas cosas que no comprendo. No comprendo cuando me imploran los hombres que les de con una de mis flechas, ni comprendo cuando huyen de mí como la peste. No comprendo lo que es el amor ni los dones que otorgo.”
Zeus sonrió y acepto el trato. Dicho y hecho. Con un chiscar de dedos Zeus convirtió a Eros en humano y bajo a la tierra.
Y Eros se convirtió en hombre. En un niño. Un niño pequeño como cualquier otro. Con un padre como cualquier otro, don Melquíades Estanislao de las Rosas. Y una madre como cualquier otro, doña Engracia Mengisvundis de todos los santos. Y Eros fue niño como cualquier otro al que llamaron Facundo Gertrudis de las Rosas y los Santos. Como cualquier otro niño.
Pero aquel niño, era un niño muy feo. Tan feo que cuando sus parientes y primos le vieron, le dijeron a la madre: “No le des el pecho, dale la espalda” “Lánzalo a ver si vuela. No es un niño. Es un murciélago” Pero a pesar de todo lo feo que era, Facundo no era humano. Era Eros, el dios del amor.
Y aquello hacia que todos se enamoraran de él, al instante. En el patio de colegio, las niñas (y algún que otro niño) le metían cartas en la mochila. Le hacían tarjetas postales con macarrones donde ponían el nombre de Facundo junto al suyo. Le tiraban del pelo. Lo metían al baño de las chicas y por las noches le tiraban piedras a la ventana y cuando salía se encontraba una panda de mariachis que le cantaban canciones de amor.
Pero a Facundo nada le impresionaba y seguía viviendo sin conocer aquello que deseba.
Facundo, Eros, siguió creciendo y se convirtió en todo un galán. Paseaba por el barrio con su chaqueta cruzada y un sombrero blanco y unos andares chulescos que enamoraban a las porteras y verduleras del barrio. Las niñas suspiraban ante sus andares y soñaban con que les llevará la compra y cenaran con ellas en las hamburgueserías. Pero Eros no hacia caso, al contrario disfrutaba mientras veía como suspiraban por sus huesos y recibía cartas de amor, y tocaban los mariachis bajo su ventana.
Hasta que llego un día.
Un día en que Eros miraba por la ventana, observo como bajo su balcón aparcaba una furgoneta de mudanzas. De él camión vio bajar una muchachita, rubia con los ojos claros, una niña preciosa que se mudaba al edificio del frente bajo su ventana. En aquel momento Eros no podía creer lo que veían sus ojos. El corazón le daba un vuelco y su respiración se contraía. No podía dominar su boca, ni sus brazos y se convertía en un amasijo de nervios como nunca lo había sentido. Sin pensarlo dos veces Eros se vistió con su chaqueta y su sombrero, atravesó corriendo el comedor, bajo las escaleras de dos en dos, salto al rellano, salio a la calle y cruzó la acera. Se paró frente a ella e intento caminar con su aire más chulesco posible. Cuando estuvo frente a ella intento pronunciar alguna frase inteligente, pero apenas le salio cuatro balbuceos sin sentido. Ella le miro, le estrecho la mano y subió para su casa. Eros no podía creer lo que le había ocurrido.
Eros estaba confuso, no sabía muy bien a que se debía esa reacción. Meditaba mucho sobre ese momento vivido. Y probaba todo con aquella muchacha. Cuando pasaba por la calle le tiraba piropos. Hacia postales con macarrones con sus dos nombres y se las colaba en el buzón. Le mandaba rosas a casa y como no recibía respuesta, mandaba violetas, girasoles y crisantemos. Hasta lechugas intento. Por las noches le tiraba piedras a la ventana y cuando salía se encontraba una panda de mariachis que le cantaba canciones de amor. Pero nada parecía funcionar.
Eros Pasaba el día pensando y mirando por la ventana a aquella muchacha. Pasaban y pasaban los días y Eros se desesperaba. Una larga barba le crecía, el traje se llenaba de polvo mientras él, en calzoncillos paseaba de derecha a izquierda por la casa y arriba y abajo. Había noches en que esa desazón que había sentido el primer día le llenaba el pecho y le quitaba el sueño. El hambre no llegaba al amanecer, ni el sueño al anochecer, las tardes se volvían vacías, las palabras de la gente sordas, el brillo del sol estupido y le figura de la luna ridícula cuando recordaba los ojos de aquella niña.
Por las mañanas se levantaba y la miraba por la ventana como regaba sus plantas y pensaba, pensaba en como hacer para conseguir acercarse a ella. Y un día cuando Eros ya no contaba con ninguna idea, mientras miraba a su amada se le ocurrió.
Cogío un lápiz y un papel y comenzó a escribir. A escribir el cuento más hermoso que sabía. Un cuento capaz de encoger el corazón al más cruel, iluminar al desesperado, devolver las ganas de vivir al suicida y capaz de decirle a aquella niña todo lo que él sentía. El cuento más hermoso del mundo. Y lo hizo.
Cuando lo hubo acabado, Eros, atravesó el comedor corriendo, bajo las escaleras de dos en dos, salto al rellano, salio a la calle y cruzó la acera. Bajo la ventana de aquella niña lo leyó en voz alta y termino gritando ¡Te quiero! Lo más alto que le permitieron sus pulmones hasta que se le rasgo la voz.
La muchacha al oírle le dio un vuelco al corazón y corriendo atravesó el comedor, bajo las escaleras de dos en dos, salto al rellano, salio a la calle y cruzó la acera. Se plantó frente a Eros y le dio un beso un gran beso de amor.
Cuando Eros sintió aquel beso, todas las noches sin dormir, todo el desazón de su corazón, toda la ansiedad de sus días, todo el amor que había sentido por ella… se esfumó como el humo. Como humo de incienso.
La vida es así de puta a veces.
Cuentan que Facundo, Eros, no aguanto. No aguanto volver a aquel día a día sin albergar ese sentimiento en su corazón. Las tardes se tornaron de nuevo grises y los amaneceres sin sentido, las palabras huecas y las risas vulgares. Y marchó, marchó de la ciudad lejos… muy lejos hasta que encontró un puente muy alto, camino por el pasamanos y se tiro al vació. Murió. Y volvió al Olimpo, para escuchar las risas de Zeus.
Otros cuentan que no fue así. Que Eros continúa por aquí. Borracho como una cuba. Yendo del brazo de su amigo Baco, cerrando taberna tras taberna. Y cuando ya esta débil e indefenso por el alcohol y ni siquiera puede tenerse en pie, se acuerda de ella. Coge una flecha de su carcaj, tensa el arco y dispara una saeta envenenada que borracha cruza la noche, atraviesa los edificios, saluda a los vecinos que cenan en sus casas, despierta a los niños que duermen en sus camas, escandaliza a los pájaros que pían en las ramas, hace sonreír a los vagabundos y continua se viaje incierta y caótica hasta que puede darnos… un día de estos… a ti o a mí.