Viejos

jueves, 30 de octubre de 2008


Una cosa que siempre me ha escamado es el reconocimiento del derecho innato que poseen todos aquellos que pasan de los setenta años. El respeto que podemos poner en duda si se lo merecen, o no.
Pongamonos en la situación, cualquier persona de setenta o más puede decir lo que le de la gana, puede hacer lo que le de la gana y si se vuelve excentrica pues na´total como se va a morir.
La cuestión, y os pongo en solfa, para que me entendáis... es que últimamente he vuelto a impartir clases y claro, como todos los años, tengo una cuadra de alumnos que pasan de los setenta (la mayoría mujeres).
Generalmente nunca me he quejado de este hecho, pues como decía mi paisano el Goya a los ochenta "todavía aprendo". Esto es un hecho admirable, el encontrarte con tus mayores que siguen abiertos a enriquecerse y a aprender más cosas para aportar a su vida, con indiferencia del pensamiento de que su muerte está cerca.
Pero como todo en la vida, también te encuentras a Burros.
Gente que con indiferencia de tener quince que ochenta no quieren aprender, no aprenden, ni han aprendido nada en su vida.
Te vienen porque no tienen nada mejor que hacer, y con la impunidad que les da esta sociedad, se creen con el derecho a que les entretengas. Son terribles.
Interrumpen las clases para contarte su vida. Son capaces de hilar un comentario tuyo con una vivencia personal. Si les hablas de Faulkner te lo cruzan con una receta de sopa. Son niños de quince años de nuevo, pero no los niños interesantes, si no el otro, el idiota, el prepotente, el que se merece dos hostias y castigarlo contra la pared.
A veces me hace gracia esa imagen bucólica que tiene la mayoría de la gente sobre los viejos (como la tienen sobre las animales). Esa imagen que les otorga una sabiduría innata. Os diré un secreto a voces, no se aguantan ni ellos, por algo será.
Recordar que experiencia no es lo que haces en la vida, si no lo que aprendes de ello y hay gente (mucha gente) que da igual lo que haga, no son, ni han sido, ni serán capaces nunca de aprender nada útil para los que vendrán.
Aquellos que no han hecho el esfuerzo nunca en su vida se merecen que estén castigados contra la pared, como son mayores les daremos la pastillita para que se les pase pronto el rato.

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